Querida familia del Colegio Santísimo Sacramento:

Ha ido todo tan rápido en los últimos meses… Ya sabes: la economía, los líos entre políticos, las miserias que se arrojan como dardos porque es un año muy electoral, la corrupción, las trampas hasta en aquellos ambientes pensados para entretenernos con limpieza, la maldita guerra que no cesa…

Todo ha sido tanto y tan rápido que no es de extrañar que quienes saben de estas cosas aseguren que andamos con el corazón partío, en palabras de Alejandro Sanz.

Oye, y un poco sí que es cierto. Las preocupaciones producen estrés, el estrés sostenido en el tiempo con- duce al agotamiento, que se con vierte pronto en tristeza y apatía. Pues eso, que nos quedamos a me dio gas.

Pero los creyentes no podemos permitirnos ser derrotistas. Nosotros, junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, apostamos por un mañana mejor. No somos ingenuos ni esperamos que las cosas se arreglen porque sí, porque yo lo quiero. No es eso. Nuestra esperanza tiene fundamento.

Mira, ser creyente pudiera ser algo así como sentarse en una montaña alta, con los pies colgando en el vacío. Y contemplar desde allí la belleza y el misterio que se esconden en este mundo hermoso y terrible en el que nos han llamado a vivir.

Así, con los pies sobre el abismo, mirando la vida desde arriba, es más fácil darse cuenta de que el mal no es tanto como parece, aun siendo mucho.

Y de que el bien es mucho más del que nos cuentan o del que vemos a nuestro alrededor. No es ingenuidad. Al contrario. Hay que ser muy maduro para darse uno cuenta de que el mundo es un lugar habitado por Dios, que ha dejado su semilla en quienes los transforman cada día en un espacio más amable.

Es aquí, en nuestro mundo, en nuestro ahora, donde Dios nos revela esta Semana Santa su misterio: que nos ama hasta donde haga falta, hasta la muerte si es preciso. Y fue necesario así. Que todo tiene sentido, que todo encaja. Que miles de años de historia de la Humanidad no han sido otra cosa que un diálogo sereno y turbulento a veces entre el hombre y Dios.

Querida familia del cole, aprovecha estos días. Piensa en ti, en nuestros alumnos. Piensa en nosotros, que les atendemos día a día. Piensa y reza. Por ti, por todos. Veras que si pones todo el corazón en tu rezo saldrás renovado. Serás distinta. Pásate por la iglesia, disfruta de las celebraciones. Descansa si puedes, aprovecha para hablar con la familia. Y pon tu esperanza en Dios sin desentenderte de tus problemas. En cada rostro, en cada situación hay una llamada de parte de Dios a comprometerte.

Complícate la vida: sí, aun más. Sólo entregándote con generosidad descubrirás el misterio que se esconde en el sufrimiento de los otros. Envuelto en lo más frágil se encuentra Dios mismo. Dios vivo, asesinado y resucitado. ¡Feliz Semana Santa, familia!

P. Carmelo Pérez. Capellán ESO y Bachillerato

 

Quisiera que, al mirar y adorar hoy la cruz, no con- templásemos simplemente el lugar donde el Hijo de Dios muere, sino el lugar donde la muerte muere definitivamente, la victoria del amor sobre la muerte. O lo que afirma el Cantar de los cantares: un amor ‘más fuerte que la muerte’, que ningún torrente podrá sofocar (cf. Cant. 8, 6s). Se trata de que hoy experimentemos con serenidad la victoria del amor y esto haga que el corazón se sienta agradecido. En el patíbulo del Gólgota tiene lugar el duelo definitivo ente la muerte y el amor. Y este último es el que vence». David Cabrera, sj